viernes, 25 de septiembre de 2015

El ojo del amor.

René Groebli retrata el único paisaje indispensable: los restos de la noche perpetuados en la orografía aún tibia de las sábanas y el cobertor, la cama barata, el batín, las zapatillas como un par de dijes sobre la patria del suelo que nos sostiene, los restos del desayuno compartido…

En 1953, en un hotel barato de París —quizá no exista otro escenario posible, tampoco uno más apto (el amor no requiere tarifas y se ennoblece con la pobreza)—, el suizo Groebli, que tenía 26 años, dictó una de las más hermosas lecciones de fotografía de la historia. No fue escenógrafo de modelos, tampoco se atribuyó el altivo papel de voyeur con derecho a gozo pasivo.

Groebli, discreto pero encendido, armado con la austeridad invencible de cualquier enamorado, retrató la luna de miel con su mujer, Rita.





Estaban casados desde 1951 pero la falta de dinero y la tiranía del trabajo habían impedido la celebración privada del rito del viaje de bodas. Dos años después pudieron irse a la capital francesa y, hospedados en una pensión económica, se amaron como si fueran novios.

Groebli, que por entonces se dedicaba a la fotografía industrial y publicitaria, decidió documentar la luna de miel. El resultado, The Eye of Love (El ojo del amor), estremece: es una de las colecciones más dulces y palpitantes de imágenes sobre la alquimia del amor.







Fuente:20minutos

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