jueves, 24 de septiembre de 2015

Mas quisiera.

Habrán notado que me he resistido como Rajoy panza arriba a abordar el Tema Que Nos Ocupa. Bastante fama de picaflor arrastro como para meterme en ese jardín sin que nadie me ponga una pistola en la cabeza. No obstante, dado que el domingo cambiará España, Europa y el mundo tal como lo conocíamos, además de llover sangre y brotar ranas de los desagües, creo llegado el momento de decir mi verdad sin tapujos.
Más quisiera yo que lo nuestro no se hubiera jodido y siguiéramos juntos por los siglos de los siglos. Que habláramos el mismo idioma y no esta conversación de besugos. Que los niños nos quisieran a los dos igual y no tiraran por el que más chuches les promete y el que más tarde les deja llegar a casa. Más quisiera yo todo eso. Pero, claro, yo no puedo ponerme en la piel de según qué otros. No sé lo que es sentirse oprimida y expoliada por extranjeros desde que te levantas hasta que te acuestas. No padezco horrores pensando en lo españolísima que soy, lo ninguneada que estoy y lo poco que me quejo. No tengo, como Romeva, a un guardia civil con bigote y tricornio apostado en mi cama vigilando cómo, cuándo y con quién me acuesto, no sea que practique posturas no constitucionales impunemente. No. Yo solo soy independentista de mí misma a ratos.
Dicho esto, nada es eterno. Las crisis pueden ser oportunidades. Los cuernos, llevarse con elegancia. La pasión, rebrotar de la ceniza. Pero el desamor tiene mal arreglo. Y más si te amenazan con lo de o mía o de nadie. Si alguien no quiere estar contigo, se irá tarde o temprano. Mejor dejarle ir en paz que retenerlo a la fuerza. No desdeñemos, sin embargo, el matrimonio de conveniencia. El amor se sustituye por el interés común y tan contentos. Todo es hablarlo. Este es un drama del Primer Mundo. Mártires, los del Compás. Héroes, los del Silencio. Más quisiera Mas ser la mitad de épico que Bunbury cuando era Bunbury.

Luis Sánchez-Mellado; El País.


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